El cottage: el campo de supervivencia finlandés

El cottage, 17 de febrero de 2018.

Este fin de semana ha sido especial para nosotros porque hemos tenido la oportunidad de pasarlo en un cottage al más puro estilo finlandés. Un cottage es una vivienda pequeña en una zona rural o semi rural, normalmente cerca de algún lago o superficie de agua. Este tipo de viviendas se utilizan sobre todo como casa de vacaciones en verano o en invierno y es bastante común que las familias tengan una. Este cottage está situado a unos 40 km de Savitaipale (unos 45 minutos en coche) y está y más o menos a la altura de Mikkeli.

Al tratarse de una cabaña pequeñita y al disponer sólo de un coche, no hemos podido ir los 5 voluntarios del WorkAway. Dos de ellos se van a quedar en Savitaipale por varios meses, pero tres de nosotros estaremos menos tiempo. Por eso, hemos ido nosotros, el marido de la señora del WorkAway (el dueño del cottage) y su adorable perrito Camo.

Ya nos habían advertido el día antes que lleváramos más capas de ropa, ya que allí no había electricidad ni nada y la temperatura era mucho menor que en Savitaipale. Al menos, una o dos capas más de las que solemos llevar aquí. Por tanto, cogimos toda la ropa posible. ¡Mejor que sobre que que falte!

De camino al cottage

Partimos ayer por la mañana, a eso de las 11. Antes de salir dejamos las mochilas hechas, nos duchamos y fuimos al supermercado a comprar algo de provisiones ya que no sabíamos si las necesitaríamos más adelante. Compramos naranjas, snacks, pan, zumo, pollo y una lata de alubias en tomate. De todas maneras, ya sabíamos que el dueño del cottage ya llevaba comida para todos, así que al menos de hambre no moriríamos.

Una vez todo preparado, nos montamos en el coche y partimos rumbo al cottage. El camino era precioso porque estaba todo rodeado de árboles nevados, especialmente cuando dejamos la carretera principal y empezamos la “carretera” rural. Me sorprendió mucho que el propietario condujera con tanta tranquilidad en la nieve porque podía llegar a ser peligroso si resbalabas… Vamos, si tuviéramos que hacerlo alguno de los tres voluntarios claramente no iríamos a esa velocidad.

Cuando llegamos lo primero que hicimos fue despejar la nieve de las áreas exteriores (entradas, terraza, caminos…) y encender dos estufas y la hoguera. Una estufa estaba en la cocina y la otra en la habitación donde íbamos a dormir.

Así se ve el cottage desde el lago:

Cottage

El cottage en profundidad

El edificio principal tenía cuatro habitaciones: la cocina, la habitación, la sauna y el summer room. Sin embargo, no eran habitaciones conectadas y para ir de una a otra tenías que hacerlo por fuera.

La cocina

La cocina estaba perfectamente equipada, como podéis ver en la foto:

Cocina Cocina

La habitación principal

La habitación estaba compuesta por una litera que eran dos camas de tamaño matrimonial, un par de mesitas de noche y un colgador con muchas prendas invernales tales como abrigos, monos de montaña e incluso un par de botas. Aquí podéis ver cómo era por dentro, con Camo como modelo:

Habitación y Camo

La sauna

La sauna eran dos cuartos: el vestidor y la sauna de leña. En el vestidor habían cubos de agua, perchas y un par de armarios. Y la sauna pues era la sauna 🙂

El descansillo

Entre las tres habitaciones había un descansillo exterior con una mesita y una escalera que te llevaba a la terraza, donde estaba la hoguera y sillas para sentarse. La terraza daba directamente al lago y ofrecía unas vistas espectaculares, como podéis apreciar en esta imagen:

El summer room

Finalmente, en un lateral de la casa estaba el summer room. Se le llama así porque a diferencia del resto de habitaciones, las paredes están hechas de cristal y en invierno hace demasiado frío como para poder estar allí. Sin embargo, me quedé un poco con las ganas de probar una noche en esta habitación porque no estaba cubierta igual que las tres anteriores y se podía ver el lago desde la cama. A esta habitación se me olvidó echarle foto 🙁

El cuarto de baño

El otro edifico está a unos 30 metros del principal, y eran dos cuartos. Uno con el lavabo y otro con la madera para la hoguera. El lavabo era súper curioso porque al no haber agua y electricidad tenías que echar una especie de corcho después de hacer tus necesidades para que lo absorbiera. 

Este es el lavabo por fuera…

Lavabo

Y por dentro:

Lavabo

Retomando la pesca en el hielo

Una vez ya instalados, lo primero que hicimos fue darle otra oportunidad al ice fishing, así que hicimos un par de agujeros. Uno cerquita de la orilla, y otro a unos 50 metros más hacia el centro del lago. Sin embargo, abandonamos el agujero cercano y dejamos todas nuestras esperanzas en el del centro. Dejamos el anzuelo allí y nos fuimos porque pasábamos de quedarnos horas y horas esperando para nada… si algún pez caía en el anzuelo, lo veríamos más adelante.

La hora de comer

Después de estar un rato por aquí y por allí, llegó la hora de comer. Teníamos sopa de lentejas, lo cuál se agradeció porque estaba calentita. Aquí hay que tener en cuenta dos cosas… la primera es que no teníamos electricidad, así que todo se hacía de forma bastante casera. La segunda es que tampoco teníamos agua como tal, así que había dos formas de conseguirla. Para beber, botellas de agua que habíamos traído de casa. Para el resto (cocinar, lavarse las manos, ducharnos, etc) cubos de agua que sacamos del lago. Obviamente, tampoco teníamos Internet, lo cuál es algo que agradecí.

Inspeccionando los alrededores

Después de comer, uno de mis compañeros y yo fuimos a dar una vuelta por los alrededores mientras los demás dormían la siesta. Como ya sabéis, cuando voy a un sitio nuevo no me gusta pasarme la tarde durmiendo o sin hacer nada. Por eso, después de revisar si habíamos conseguido pescar algo (obviamente no) fuimos al otro lado del lago, donde estaba el bosque.

Hoguera

Caminar por allí era una odisea porque estaba todo cubierto de nieve y no sabías cuánta profundidad había. Además, andaba como una abuelita, súper lenta y con miedo a caerme. Pero claro, ¡con razón! Podía ser que dieras un paso y se te hundiera la pierna hasta la rodilla. En más de una ocasión estuve a punto de resbalarme, y una de las veces metí el pie en un hueco que resultó ser un árbol o un tronco, a saber, y casi me hundo hasta la cintura. ¡Vaya tela!

Sé que lo he dicho varias veces ya pero sigue pareciéndome increíble el silencio y la tranquilidad que se respira en estos sitios. Sólo se escuchaban nuestros pasos y nuestra respiración, y cuando nos parábamos tengo la impresión de que sólo escuchaba los latidos del corazón. Hubo un momento en el que nos tumbamos en la nieve y podías notar cómo caían los copos de nieve en tu cara. Una sensación muy agradable.

Después, cuando ya empezaba a caer un poco el sol, dejamos el bosque para volver al lago. Nos propusimos dos retos: el primero, hacer un círculo grande y perfecto caminando; y el segundo, escribir nuestro nombre también con pisadas. He aquí la foto con el resultado:

Nombre

La sauna del cottage

Preparando la sauna

Cuando se despertaron los demás, llegó el momento de preparar la sauna. Estando donde estábamos sin agua ni electricidad tuvimos que hacerlo de forma auténtica. Primero, con el primer agujero que hicimos en el lago para pescar sacamos unos 6 cubos de agua para llenar el horno de la sauna. Después, llenamos otros 3 cubos para poder ducharnos. Como he comentado antes, no había ni agua ni electricidad así que la ducha era mediante cubos de agua.

Nos pusimos nuestros bañadores y nos metimos en la sauna. Ya me habían advertido mis compañeros que quizá el señor que venía con nosotros se metería desnudo en la sauna, tal y como marca la tradición finlandesa… y así fue. Al principio era un poco raro pero luego te acostumbras, aunque yo no me veo capaz de hacerlo. Además, para qué engañarnos… ¡sin gafas no veo prácticamente nada!

Una experiencia diferente

En cualquier caso, lo primero que tienes que hacer antes de meterte en la sauna es darte una ducha, así que cogimos las palas y nos echamos agua del cubo. Sin embargo, no todos los cubos tenían el agua con la misma temperatura… había dos con agua caliente y otro con agua helada. Como curiosidad, esta sauna era diferente tanto de la de la casa de Savitaipale como de la pública. Era más pequeña y hacía mucho más calor. Además, el señor quería subir más la temperatura y echaba cazos de agua a lo loco.

Cada vez que echaba un cazo de agua notabas cómo te ardía todo el cuerpo. Literalmente. Hubo una vez que en lugar de echar un cazo echó dos y casi morimos. ¡Era como si te echaran tabasco por el cuerpo! Además, teníamos la sensación de que cuando echábamos nosotros el cazo era mucho más leve que cuándo lo hacía el señor. Y eso que aparentemente había la misma cantidad de agua…

Después de estar en la sauna durante unos 15 minutos salimos hacia el exterior. La primera vez fue sólo para beber agua porque me estaba empezando a deshidratar. Unos minutos más tarde salí para quedarme. Se estaba genial porque no notabas absolutamente nada de frío pero sí una sensación como de fresquito. Podías ver cómo tu piel desprendía vapor como si se tratara de un radiador. Durante esta hora y pico de sauna, entramos y salimos varias veces y probamos varias modalidades de salir. Con toalla, sin toalla, secos, mojados… y debo decir que con toalla y seco pasas menos frío. Hasta entonces siempre había salido de la sauna sin toalla y mojada, pero ahora ya sé cuál es la buena práctica.

La importancia de beber agua

Estando en la sauna es muy importante ir bebiendo agua de vez en cuando porque si no te puedes deshidratar y marear, así que eso íbamos haciendo. En la sauna había un termómetro y marcaba unos 70 grados de normal, y 80 grados cuando echábamos más cazos de agua. Cuando ya nos cansamos de la sauna nos echamos agua del barreño a modo de ducha, y nos cambiamos de ropa.

La cena

Para cenar tuvimos salchichas con pan, margarina, queso, embutidos y pollo. Todo cocinado en la hoguera que teníamos fuera, así que estaba todo delicioso y calentito. Eso sí, creo que no he comido más pan con margarina y queso en mi vida. Estuvimos un rato esperando a que se cocinara el pollo poco a poco y definitivamente mereció la pena porque estaba exquisito. Después de cenar, estuvimos un rato fuera en la hoguera mirando las estrellas. La vista del cielo era espectacular porque estaba todo despejado y se podían ver todas las estrellas como si estuvieran muy cerca y con una claridad impresionante.

La odisea nocturna

Como no había espacio suficiente para dormir cada uno en una cama, tuvimos que distribuirnos de una manera curiosa. El señor del cottage dormía en la litera de abajo con su perro, y los tres voluntarios dormimos arriba. Menos mal que me tocó en la esquina de fuera porque sabía que en mitad de la noche me levantaría para ir al lavabo… y así fue.

Fue toda una odisea. Primero, porque estaba todo a oscuras y tuve que bajar de la litera con el frontal. Segundo, porque hay que caminar unos 200 metros hasta el lavabo y en mitad de la noche, sin luz y con el frío que hacía ya os podéis imaginar. No me puse todas las capas de ropa, solo la imprescindible.  Sin embargo, fui bastante rápido y afortunadamente no hubo ningún imprevisto. Eso sí, menos mal que no me entraron ganas de volver…

Cuando volví del lavabo vi que el señor había vuelto a encender la calefacción y empezamos a sudar todos. Fue una noche un tanto peculiar pero aún así entre una cosa y otra dormimos como 10 horas. Incluso nos levantamos cansados de tanto dormir (o intentar hacerlo)…

Y tú, ¿has estado alguna vez en un cottage finlandés?

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