Cefalú, el pueblecito pesquero más encantador de Sicilia
Cefalú, 31 de mayo de 2018.
Hoy he pasado el día en Cefalú, un pueblecito de la costa de Sicilia que está a una hora en tren de Palermo. Normalmente, cuando paso varios días en una ciudad busco sitios interesantes en los alrededores y aprovecho para hacer alguna excursión de un día o de medio día. Había leído que Cefalú era uno de los pueblos pesqueros más bonitos de Sicilia, aunque también que era uno de los sitios más turísticos en vacaciones. Así que, ¡para allí fui!
Un poco de historia
Cefalú es un pueblo pesquero y tiene largas playas de arena dorada. Aunque no hay datos exactos de cuándo se fundó, se cree que es de origen fenicio y que fue habitada por bizantinos, árabes y normandos. Estos últimos dejaron algunas señales como la Catedral de Cefalú del siglo XII, uno uno de los edificios más importantes de la zona. En el casco antiguo hay otras construcciones medievales como iglesias barrocas y palacios nobles.
El pueblo se encuentra junto a La Rocca, una enorme piedra sobre la que se alza una fortificación y el Templo de Diana, que datan del siglo IX a.C.
A día de hoy, Cefalú tiene casi 14.000 habitantes y en verano se duplica la población debido a la afluencia de turistas. Aunque se extiende por una larga parte de la costa, el núcleo urbano está concentrado en la zona este, como podéis ver en este mapa:
Buscando curiosidades de Cefalú encontré que el estandarte refleja las tradiciones de la ciudad: 3 peces en un fondo azul como el mar (que simboliza la tradición marinera), alrededor de un pan (la tradición económica), y todo bajo el Cristo Pantocrator que bendice con la mano derecha (la tradición religiosa).
Cómo llegar
Hay trenes desde Palermo a Cefalú cada hora aproximadamente. El ticket se compra en las máquinas de Trenitalia o en el mostrador. Cada viaje cuesta 5,60€, lo que significa que ir y volver costará 11,20€. El trayecto dura entre 45 minutos y 1 hora, en función del tipo de tren que cojas. Como siempre, tienes que validar el billete antes de subir al tren para activarlo.
Te recomiendo que, si vas a adquirir los billetes en el mostrador, compruebes que te cobran la cantidad correcta. Yo los compré allí y el encargado quiso cobrarme 1€ de más. Podría haberse tratado de un error perfectamente, pero por desgracia también es común que cuando ven que eres turista intenten engañarte para que pagues más. Por eso, en cualquier caso, nunca está de más revisar pagos y cambios.
En el tren hacía muchísimo calor y estaba abarrotado de turistas. Las ventanillas estaban bloqueadas y no se podían abrir. Cuando ya estábamos casi llegando a Cefalú vino un empleado para arreglarlas. ¡Al menos pudimos respirar aire fresco los últimos minutos! Creo que prácticamente la mitad de los que estábamos en el tren bajamos en Cefalú y es ahí cuando empecé a notar la cantidad de gente que había.
Corso Ruggero, la calle principal
Del la estación al centro es muy fácil llegar. Está muy bien señalizado y justo al salir de la estación hay un mapa enorme de Cefalú donde te indican los lugares que puedes visitar. Yo me limité a seguir a la multitud ya que al final todos íbamos al mismo sitio.
La primera parada fue Corso Ruggero. Es la calle principal y en la Edad Media marcaba los límites de la ciudad. Hoy podemos ver palacios nobles, iglesias barrocas, un teatro y tiendas de todo tipo, desde souvenires a ropa o artículos elegantes.
Piazza del Duomo y Catedral de Cefalú
Continuando por Corso Ruggero llegué a la Piazza del Duomo, una plaza muy tranquila y agradable. Aunque hacía muchísimo calor, había varios establecimientos con terrazas para tomar algo y refugiarse del sol.
Justo enfrente encontré la Catedral de Cefalú, una de las primeras obras de la cultura árabe-normanda de Sicilia. Fue construida a partir del año 1131 y se fundó antes que las catedrales de Monreale y Palermo. Está rodeada por palacios aristocráticos y por el Monasterio de Santa Caterina, hoy ayuntamiento.
Como curiosidad, a diferencia de las otras catedrales, la de Cefalú no se terminó en su época. Se fue completando a lo largo de los siglos y, de hecho, a día de hoy todavía hay partes sin decoración. Otra peculiaridad de la catedral es que fue construida como panteón para la familia real pero al final los sucesores del rey le otorgaron los honores a la de Palermo.
Paseo por la costa por las escalinatas
De aquí volví a la vía principal y comencé a callejear para alejarme un poco de la multitud. Fue todo un acierto porque encontré un lugar alternativo y muy bonito de Cefalú.
Se trata de un camino hecho entre las rocas que recorre la costa desde donde puedes observar el mar y el paisaje. Para llegar tienes que bajar por unas escalinatas que están un poco escondidas y que llevan justo al camino en las rocas.
Durante todo el camino tienes a tu derecha casitas cuyas ventanas dan al mar. ¡Debe ser todo un privilegio despertarte por la mañana y tener estas vistas tan espectaculares!
A pesar de ser un pueblo turístico, creo que este camino es muy poco conocido. No había nadie más a excepción de mi, solo una pareja que bajó también a curiosear.
El camino termina en el faro, donde puedes subir hasta incorporarte de nuevo en la calle normal.
Si no quieres ir por las rocas, también está la opción de ir por la acera en la parte alta, junto a la carretera. Para volver al centro de Cefalú fui por este camino, para variar un poco. Cuando viajo es no volver por donde he venido, si es posible. ¡Siempre encuentras algo nuevo probando cosas diferentes!
El lavadero medieval
En la Via Vittorio Emanuele encontré un portal que llevaba al lavadero medieval “Fiume Cefalino”, que servía para abastecer la ciudad de agua. Por lo que se ve, había un río subterráneo del cual se aprovechaba el agua antes de que desembocara en el mar. En el siglo XVI el lavadero original fue suprimido y sustituido por otro, que es el que está en la actualidad. Es decir, el que vemos hoy en día ya no es un lavadero medieval propiamente dicho. La última reforma fue en el año 1890.
Cuando fui yo, el lavadero estaba lleno de niños y niñas que estaban jugando con el agua. Parecía una excursión del colegio porque habían varias profesoras o monitoras.
Parco della Rocca
Después de visitar el centro llegó el momento de subir a la Rocca, la colosal roca de la que os hablé al principio y que se eleva 270 metros por encima de la ciudad. Allí se pueden visitar los restos de dos antiguos yacimientos arqueológicos. Por un lado, una fortaleza que crearon los normandos para proteger la ciudad de posibles ataques. Por otro, el Templo de Diana, un templo griego megalítico que servía como lugar de culto.
Comenzando la ruta
Primero de todo, cometí dos errores: subir a las 14:00h bajo el sol abrasador de la tarde, y llevar poca agua. De haber sabido cuánto tardaría en subir hubiera comprado otra botella y algo de comer.
Para subir a la Rocca primero fui por las callejuelas del centro siguiendo las indicaciones que anunciaban el Templo de Diana.
Llegó un punto en el que el camino continuaba por unas escaleras de piedra, comenzando el ascenso.
A medida que subía el paisaje se iba ampliando la perspectiva y el horizonte se volvía cada vez más amplio.
Al poco rato de subir encontré una máquina para comprar el ticket. La entrada me costó 4€ (2,5€ la tarifa reducida) e incluía el acceso a todo el parque. Allí me avisaron de que cerraban a las 19:00h. Una vez comprado, avancé un poco más hasta encontrarme con un señor que me pidió el ticket, escribió la hora de entrada y me pidió la nacionalidad. Supongo que hacen este control para que no te quedes encerrado en el parque cuando cierran, igual que en Machu Picchu.
El castillo
Pasado el control, el camino se dividía en dos. A la izquierda ibas hacia el Templo de Diana, y a la derecha al castillo, el punto más alto. Me decidí por explorar primero la fortaleza y no veas la subidita… La pendiente era relativamente pronunciada y el camino era un sendero escarpado donde la única compañía era el sol abrasador y el sonido de las lagartijas. Creo que fui la única persona que optó por este camino porque no había nadie más, solo un grupo que me llevaba algo más de ventaja.
Eso sí, las vistas eran preciosas y podía ver la costa, el pueblo de Cefalú y las montañas detrás. Además, no había ni una sola nube y el día estaba estupendo. De hecho, había tanta claridad que a veces molestaba a la vista.
Una vez ya arriba estuve recorriendo las murallas del castillo y explorando diferentes rincones. Allí conocí a las personas que había visto antes: un grupo muy majo de Canadá y Estados Unidos. Después de una breve charla continué por la fortaleza hasta llegar al otro lado de la Rocca, donde se veía la costa que va hacia el estrecho de Messina.
Algunos trozos de muralla no estaban en muy buen estado así que había que ir con cuidado.
El Templo de Diana
Una vez visitado el castillo, volví sobre mis pasos para coger el sendero hacia el Templo de Diana, que se construyó en honor a la diosa de la luna y el agua.
Este camino fue muy diferente al anterior porque solo había árboles y restos de templos e iglesias. En cada uno había un panel informativo que daba más detalles sobre el lugar en cuestión.
Dejé atrás las ruinas para tomar un camino que llevaba la muralla que daba al mar.
Nuevamente, las vistas desde las alturas eran impresionantes.
Se veía toda la ciudad de Cefalú y se veían todos los detalles, desde las calles hasta la catedral. Parecía una auténtica maqueta.
Me llamó especial atención la variedad de colores del mar, que parecía pintado de azules, turquesas y verdes. También, la longitud de la costa que se extendía de forma “infinita” en dirección Palermo.
Calculo que estuve en la Rocca unas 2:30h, contando la subida y las paradas. Cuando voy a este tipo de sitios me gusta disfrutarlo a mi tiempo y no sentir que tengo que tacharlo de una checklist. Es así cuando más lo disfruto, aunque tenga que renunciar a otras cosas.
La playa de Cefalú
Después de la ruta paré en un local de pizza para reponer fuerzas y me fui a la playa. Allí estuve de relax e, incluso, ¡me di el primer baño del año en la playa! El estilo es el mismo que la de Mondello, la playa de Palermo. Arena fina, aguas cristalinas y mucho, mucho calor.
Desde la orilla se veían las casitas amarillas típicas de esta región de Italia:
Como siempre, no podían faltar las señoras asiáticas que paseaban ofreciendo masajes a los turistas. No sabía que en Italia esto también existía.
Mirador de los candados
Antes de volver a Palermo fui caminando por la orilla hacia el final de la playa. Allí encontré una especie de saliente al mar que hacía de mirador y que ofrecía otra perspectiva de la playa y el horizonte.
En el mar había algún que otro velero navegando. No sé si este lugar tiene algún nombre pero definitivamente había muchísimos candados enganchados, así que le he bautizado como tal.
Bastione di Capo Marchiafava
A tan solo 5 minutos caminando había otro mirador situado cerca de la Iglesia de Santa María de Itria. El bastión fue construido en el siglo XVII y fue restaurando en los años 80.
Desde allí se puede admirar toda la belleza de la costa de Cefalú con su faro, el acantilado y en días claros, incluso algunas de las islas Eolias.
De regreso a Palermo
Una vez finalizada mi visita emprendí rumbo a la estación de trenes de Cefalú. Esta vez, la Catedral se veía diferente debido a la puesta de sol.
Por cierto, en las paredes de enfrente de las vías había una especie de grafitti muy bonito.
Cogí el tren de regreso a las 19:54h y vi el anochecer desde la ventanilla.
Terminé el día cenando en un sitio que creo que se llamaba London y que está cerca del hostal donde estoy alojada. Venía muerta de hambre (¿a quién se le ocurre comer solo una porción de pizza en todo el día?) así que me pedí dos platos. Uno de arroz y otro de pollo con ensalada, por 6€.
Mañana dejo Palermo para continuar mi viaje por Sicilia. ¡Más detalles en el próximo post!