Excursión a Sigulda y ruta de senderismo al castillo de Turaida
Riga, 19 de abril de 2018.
Como ayer ya habíamos visto casi todo lo importante de Riga, hoy hemos hecho una excursión a Sigulda, uno de los lugares más recomendados.
¿Jurmala o Sigulda?
Nos apetecía hacer algo fuera de la ciudad y habíamos visto que desde allí partían algunas rutas de senderismo. Barajamos dos posibles opciones: la playa de Jurmala, que estaba a media hora en tren, o Sigulda, una villa conocida por sus históricos castillos y que estaba a media hora en autobús.
Nos costó un poco decidirnos porque todo es cuestión de gustos. Hay personas que prefieren pasar el rato en la playa en lugar de caminar durante horas. Sin embargo, a nosotros nos llamaba más la atención ver castillos históricos y paisajes naturales. Sinceramente, viniendo de Cádiz creo que puedo ver playas preciosas con más facilidad. Ver castillos por allí es más complicado.
Dicho esto y, sin tener nada planeado, decidimos ir a Sigulda. La noche anterior estuvimos mirando revistas y flyers que habíamos cogido en la oficina de turismo. Por lo que habíamos visto, habían muchos lugares interesantes en el centro, así como varias rutas de senderismo. Le planteamos la excursión a nuestro compañero Bach y no dudó un segundo en unirse a la aventura, así que ¡allí fuimos!
De Riga a Sigulda en autobús
Para ir a Sigulda cogimos el autobús en la Autoosta o estación central. El billete nos costó 2,50€ solo ida y el trayecto duró una hora más o menos. Hay autobuses cada media hora o cada hora y los horarios se pueden consultar en esta página web. No había pérdida ya que la parada en la que nos teníamos que bajar era la última.
Hoy ha hecho bastante frío así que menos mal que íbamos abrigados. Quizá no fuimos tan conscientes de la temperatura en Riga al estar en la ciudad pero han bajado las temperaturas, y se nota.
Primera parada: la oficina de turismo
Como no sabíamos muy bien hacia donde tirar, al llegar fuimos a la oficina de turismo de Sigulda a preguntar y conseguir algún mapa. Es una de las primeras cosas que hago cuando llego a una ciudad nueva es ir al punto de información turística para que me asesoren un poco. El tiempo es oro, y qué mejor que ir con los deberes hechos. Allí no sólo te recomiendan qué ver, dónde comer, qué actividades hacer… también puedes coger folletos y mapas. Además, seguramente te sugieran sitios que probablemente no conocías.
La chica de la oficina era muy maja y nos estuvo asesorando para sacar el máximo provecho de nuestro día. El problema es que teníamos muchas cosas por ver pero poco tiempo, así que queríamos optimizarlo al máximo. Como nos atraen más las actividades en la naturaleza nos decantamos por hacer una ruta de senderismo por el parque del Gauja hacia el castillo de Turaida, que está a unos 5km del centro de Sigulda. Como explican en esta web, hay varios castillos que se pueden visitar en la zona, pero nosotros solo visitamos el de Turaida.
Aproveché la ocasión para coger (más) folletos interesantes. Cuando viajo creo que tengo un poco de síndrome de Diógenes porque siempre cojo de todo… Nunca sabes si lo puedes necesitar en un futuro y, además, ¡siempre aprendes cosas nuevas!
Pista de Bobsleigh
Comenzamos el paseo por Sigulda yendo a la pista de Bobsleigh, una de las pocas en el mundo donde pueden acceder tanto profesionales como visitantes. Básicamente, el Bobsleigh es un deporte tradicional de invierno que consiste en el desplazamiento por un largo tobogán en un trineo donde viajan 2 o 4 personas. Esta pista en concreto se inauguró en 1986, tiene una longitud de 1420 metros, 16 curvas y permite una velocidad máxima de 125 km/hora. Allí se celebran competiciones internacionales y locales cada temporada.
Las actividades para visitantes están abiertas solo de noviembre a marzo, pero puedes entrar igualmente para verlo por fuera. La entrada cuesta 0,60€ y puedes subir las 6 plantas para disfrutar de unas preciosas vistas del parque nacional del Gauja. Desde lo alto puedes ver dónde termina y es bastante impresionante porque es larguísima.
Una vez arriba puedes ir caminando al lado del Bobsleigh y ver cómo son las pistas por dentro hasta llegar abajo del todo.
Dentro del edificio había una exposición con fotos de eventos u ocasiones especiales en la pista de Bobsleigh. Por ejemplo, deportistas que habían ganado premios.
En la entrada había un trineo típico de las competiciones, a modo de exposición.
La casa «artificial»
No estoy segura de qué era o qué propósito tenía esta casa, pero era un tanto peculiar. Estaba toda cubierta de una tela que simulaba la fachada de una casa. Sin embargo, la casa como tal no tenía ni puertas ni ventanas reales.
Escuela de música «Baltais Flīģelis»
Justo al lado de la casa artificial estaba la escuela de música y la sala de conciertos de Sigulda. Es conocida como «The White Grand Piano» por su peculiar forma de piano de cola.
El parque del Gauja
A partir de aquí empezamos la «aventura» de verdad. Nos metimos en el parque para ir al río y, de allí, coger el teleférico para cruzar al otro lado. Para bajar tuvimos que ir por una escalera infinita de madera que iba a través de los árboles. Era precioso porque todo lo que tenías alrededor era pura naturaleza. Eso sí, todo lo que baja, sube…
Como anécdota, antes de bajar las primeras escaleras nos cruzamos con el escenario de una película rusa que estaban preparando allí en ese momento. Lo más curioso de todo es que justo el día antes habían estado grabando la misma película en Riga y hoy nos los encontramos en Sigulda. ¡Qué pequeño es el mundo! Para los que tengáis curiosidad, el nombre de la productora de la película es Hansa Film Services.
Durante el paseo pasamos al lado del Tarzāns Sigulda Adventure Park, el parque de aventuras al aire libre más grande de los países bálticos. Tiene alrededor de 100 obstáculos de diferentes grados de dificultad en árboles de hasta 20 metros sobre el suelo.
Cuando por fin llegamos al teleférico nos quedamos un poco decepcionados. Primero, porque pasaba cada mil, y segundo porque había una cola enorme de niños que también querían subir. Así que abortamos misión y decidimos cruzar el río a pie con destino al castillo de Turaida.
Casa señorial de Krimulda
Al cruzar el río, pudimos ver los restos de lo que en su día fue el castillo de Krimulda, que fue construido entre 1255 y 1273.
También visitamos por fuera la Casa señorial de Krimulda, un gran edificio construido en 1897 y que sirvió como hospital para tuberculosos. Hoy en día es un sanatorio infantil.
Cueva de Gutmanis
También hicimos una parada en la cueva de Gutmanis, la más profunda de los países bálticos. Posee 19 metros de profundidad, 12 metros de ancho y 10 metros de alto. Esta cueva se relaciona con la vieja historia letona de Maija, o de la Rosa de Turaida, de la cuál hablaré más adelante.
Las paredes de la cueva estaban llenas de inscripciones, siendo las más antiguas de los años 1668 y 1677.
Castillo de Turaida
Para ir al Castillo de Turaida se podía ir en autobús, pero nosotros preferimos ir caminando a través de la naturaleza. Eso sí, fue un sube y baja continuo. Sube colina, baja colina, cruza un puente y vuelta a empezar. Tardamos alrededor de 1 hora y media en llegar, con paradas incluidas. Llegamos un poco cansados y con el tiempo justo, así que la visita fue un poco exprés.
Para entrar a Turaida tienes que comprar un ticket que cuesta 4€ y 3€ si tienes carnet de estudiante. Es uno de los museos más visitados de Letonia pero, para nuestra sorpresa, estaba casi vacío.
El Castillo de Turaida fue construido en 1214 por la Orden de la Espada y fue el hogar del arzobispo de Riga. En el año 1776 un incendio lo destruyó por completo y fue reconstruido dos siglos después. En el recinto hay una torre a la que puedes subir para disfrutar de hermosas vistas del parque del Gauja.
Dentro de la reserva también hay un museo sobre Livonia entre 1319 y 1561. En las distintas torres del castillo también hay exposiciones sobre cómo era la vida por aquel entonces. Quizá eché de menos que tanto el museo como las exposiciones mostraran artículos reales ya que parecía que todo fueran ilustraciones.
En el mismo recinto del castillo puedes ver una pequeña iglesia (que, por cierto, estaba temporalmente cerrada), la casa de los sirvientes, los establos, la casa del jardinero, la colina de Daina y un memorial a Rosa de Turaida.
Memorial a Rosa de Turaida
Aquí es donde retomamos la cueva de Gutmanis de la que hablábamos antes. La leyenda cuenta que a principios del siglo XVII una pequeña niña fue encontrada en brazos de su madre muerta cerca del castillo de Turaida, tras una guerra entre suecos y polacos. El señor que la encontró la hizo pasar por su propia hija y le puso el nombre de Maija. Con los años, la niña se iba haciendo más hermosa y le apodaron como La Rosa de Turaida. Se enamoró de Víctor, el jardinero del castillo de Sigulda, y quedaban a menudo en la cueva de Gutmanis.
Víctor y Maija se comprometieron y un día ella recibió una carta de su amado para que fuera a la cueva. Cuando llegó, quien le esperaba no era él, sino un soldado que trató de violarla. Para evitarlo, le prometió que si le dejaba ir le daría un pañuelo mágico que hacía inmune ante cualquier tipo de daño. Para convencerlo, le propuso que lo probara con ella misma. El soldado le golpeó con un hacha y la mató, pero Maija logró conservar su honor. Víctor enterró a su prometida en los jardines del Castillo de Turaida, plantó un tilo sobre su tumba y abandonó el país para siempre.
Desde entonces, los recién casados acuden a la tumba de la Rosa de Turaida para dejar flores. ¿El objetivo? Conseguir el mismo amor eterno y devoción que Víctor y Maija. Mientras, en la cueva de Gutmanis las parejas de enamorados acuden a prometerse fidelidad y a grabar sus nombres en la roca.
De vuelta en la civilización
Después de visitar rápidamente el recinto, emprendimos el camino de vuelta a Sigulda. Nos volvimos a encontrar de nuevo a los de Hansa Filmstudio rodando la misma película. Esta vez habían cerrado el acceso a conductores y peatones hasta que terminaran. Estuvimos un rato esperando en la carretera pero como íbamos con el tiempo justo, cogimos un atajo y nos saltamos la grabación.
También pasamos por al lado de un parque con unas esculturas un tanto curiosas:
La verdad es que me hubiera gustado hacer otra ruta por los alrededores porque todo el parque era precioso. Sin embargo, era una locura y no teníamos tiempo si queríamos coger el último autobús a Riga. Eso sí, con la broma hicimos más de 20km caminando.
Tuvimos un pequeño percance para coger el autobús porque los horarios estaban equivocados. Cuando llegamos a la estación no pasaba ningún bus pero, por suerte, ¡no hay nada que no solucione Google Maps!
Llegamos hambrientos a Riga y fuimos a cenar a un sitio llamado Ausmena Kebabs donde tenían kebabs a 3€. Tuvimos que caminar un rato pero nos lo habían recomendado, ¡y he de decir que mereció la pena!