Las tétricas catacumbas de los capuchinos de Palermo
Palermo, 26 de mayo de 2018.
Lo sé… llevo algunos días sin escribir en mi blog pero más vale tarde que nunca. Durante estos días he visitado sobre todo el centro de Palermo y me lo he tomado con bastante calma. Hoy he ido a las Catacumbas de los Capuchinos, un lugar bastante peculiar (y tétrico) que me ha llamado muchísimo la atención. Jamás había visto algo parecido, y ahora os explicaré por qué.
Catacumbas del convento de los Capuchinos
Un poco de historia
Los capuchinos llegaron a Palermo en 1534 y se instalaron en la Iglesia de Santa María de la Paz, en Via Cappuccini. Allí crearon un cementerio donde enterraban a los frailes difuntos en una especie de fosa común bajo el altar de la iglesia. Sin embargo, hacia el año 1597 empezaron a quedarse sin espacio y comenzaron a crear otro cementerio detrás del altar principal. Cuando trasladaron los cuerpos al nuevo sitio se dieron cuenta de una cosa: 45 de los cadáveres se habían momificado de forma natural y se conservaban en perfecto estado. De hecho, se reconocían hasta sus caras.
Los monjes pensaron que fue un acto de Dios y, en lugar de enterrar los restos, decidieron exhibir y adorar los cuerpos como si fueran reliquias. Para ello, los colocaron en nichos a lo largo de las paredes del nuevo cementerio. El primero fue el de Fra Silvestro da Gubbio, que todavía sigue allí junto a un panel que conmemora el evento. Hoy hay casi 8.000 momias y la mayoría son del siglo XIX. Están distribuidas por sexo, edad, clase social, profesión…
Todos los cadáveres tenían ojos de cristal pero los soldados estadounidenses los saquearon durante la II Guerra Mundial.
La momia más real
Personalmente lo encontré un tanto tétrico pero si hay algo que me dio especial respeto fueron las momias de los niños. Sobre todo la de Rosalía Lombardo, una niña de dos años que fue embalsamada en 1920 y cuyo cuerpo se conserva casi intacto. De hecho, es considerada una de las momias mejor conservadas del mundo. Antes de ir a las catacumbas leí este artículo que decía que parecía que la niña abriera y cerrara los ojos. Os prometo que parecía real y daba bastante mal rollo mirarla. Parecía que se iba a despertar en cualquier momento. En algunos casos como este, junto a la momia estaba la foto del niño o niña antes de morir.
Todo el cementerio era muy tétrico porque muchos de los cuerpos estaban en muy buen estado. En algunos todavía se conservaba el pelo, la piel, las manos e incluso las pestañas. Los que estaban peor conservados habían sido rellenados con paja. Cuando morían, vestían al difunto con sus mejores galas y se podía apreciar quiénes habían pertenecido a clases altas. Por lo general, los hombres llevaban trajes de chaquetas y las mujeres largos vestidos.
El susto final
Durante la visita estuve con Alberto, Roberto y Mario, tres chicos de Pamplona que estudiaban medicina y que estaban en Palermo de viaje de fin de curso. Estuvimos mirando y comentando las momias y nos daba mucha cosa que alguna se moviera o se cayera. Al final del recorrido llegamos a una especie de capilla en las mismas catacumbas. Quedaban 15 minutos para el cierre.
De repente, sonó un pitido súper fuerte, como de una alarma de incendios, y pensamos: «bueno, terminamos de ver este pasillo y salimos». Y, justo en ese momento, ¡se apagaron todas las luces! Estábamos solos en las catacumbas ya que todos los visitantes se habían ido ya. Unos minutos después volvió a sonar otro pitido, nos acojonamos y salimos pitando de allí.
El monje de la recepción se partió de risa al vernos salir. Nos contó que ya había asustado a más visitantes un par de veces. No solo eso, una vez incluso dejó dentro a una pareja de chinos. Obviamente luego les abrió, pero imaginaos el susto que se llevarían al verse encerrados con todos esos cadáveres…
Información práctica
Las catacumbas de los capuchinos abren todos los días (festivos incluidos) de 9:00h a 13:00h y de 15:00h a 18:00h. Sólo cierran los domingos por la tarde desde finales de octubre hasta finales de marzo. La entrada cuesta 3€ y se compra allí mismo en la taquilla.
Por respeto a los fallecidos, no se pueden echar fotos ni vídeos y, por supuesto, tampoco tocar las exhibiciones. Tampoco es que apetezca porque da bastante grima… No me quiero imaginar abrir mi móvil y ver fotos de este tipo. Sin embargo, en la página oficial de las catacumbas y en los enlaces que he ido poniendo podéis ver algunas fotos. Aviso, dan bastante repelús.
Paseo por Palermo
Después de visitar las catacumbas me di un paseo por el centro de Palermo. Me despedí del grupo de chavales que por, cierto, éramos vecinos de alojamiento.
Iglesia de San Giuseppe dei Teatini
Primero entré en la iglesia de San Giuseppe dei Teatini. Se trata de un edificio barroco en Quattro Canti, justo entre la Via Vittorio Emanuele y la Via Maqueda. En la fachada de la iglesia está la estatua de San José y Jesús con el escudo del gremio de los carpinteros, de los cuáles San José es el patrón.
Plaza Pretoria y Fontana delle Vergogne
Enfrente de esta iglesia está la Plaza Pretoria, que se caracteriza por la Fontana della Vergogna (Fuente de las Vergüenzas). Es una fuente enorme de mármol blanco con alegorías mitológicas. Se le llama así porque a la sociedad de Palermo les daba mucha cosa los desnudos o partes íntimas al aire de las esculturas. Del mismo modo, los ciudadanos encontraban similitudes entre sus gobernantes corruptos de la época y los personajes de la fuente.
En la Plaza Pretoria también están el Comune di Palermo (el ayuntamiento, en el Palazzo delle Aquile), el Palazzo Bonocore y las iglesias de Santa Caterina y San Giuseppe dei Teatini.
Cuando fui yo esta tarde había una pareja haciéndose el reportaje de fotos para la boda, en la misma fuente.
Via Vittorio Emanuele
Proseguí mi camino por la Via Vittorio Emanuele, una calle con muchísimo ambiente, tiendas, bares… De hecho, una parte estaba cortada a los vehículos. En la misma avenida había un chico tocando el saxo, el clarinete y el banjo, dando un pequeño concierto.
Catedral de Palermo
Terminé mi visita en la Catedral de Palermo. Aunque cuando llegué ya estaba cerrada, me quedé en el jardín leyendo un rato y observando la belleza del edificio.