Excursión al Castillo de Niedzica y el rafting tradicional polaco
Zakopane, 29 de julio de 2018.
El día de hoy ha sido muy completo y, a la vez, surrealista. En esta ocasión sí organizamos el plan (¡por fin!) y todo ha salido sobre ruedas, con improvisación incluida. Primero visitamos el Castillo de Niedzica, que está a una hora de Zakopane. Después, nos unimos a un grupo de polacos para hacer rafting tradicional. Terminamos el día haciendo una breve escapada improvisada a Eslovaquia porque nos hacía ilusión cruzar la frontera. ¡Ya veis lo fácil que es hacernos felices!
Primera parada: el Castillo de Niedzica
Sobre el castillo
El Castillo de Niedzica (también conocido como Castillo Dunajec) está en el sur de Polonia, en el área que da lugar a su nombre y muy cerca de la frontera con Eslovaquia. Fue construido entre 1320 y 1326 sobre una colina de piedra caliza y pizarra, a unos 30 metros de altura sobre el río Dunajec. Su función era la de defender de posibles amenazas e invasores.
De camino en motocicleta
La fortaleza está a una hora de Zakopane, y nosotras fuimos en motocicleta. Debo reconocer que estar sentada en la parte trasera de una moto durante una hora no es lo más cómodo que hay. Pero bueno, llegamos sanas y salvas a nuestro destino. Tuvimos suerte porque, aunque estaba muy nublado, no nos pilló la lluvia en todo el camino. No obstante, cuando llegamos a Niedzica comenzó a chispear. ¡Justo a tiempo!
Me llamó la atención que el paisaje se hiciera cada vez más bonito a medida que nos acercábamos al castillo. Además, tuve la impresión de que durante todo el camino iba cambiando. La primera parte estaba dominada por la inmensidad de los montes Tatras; más adelante atravesamos un valle con casitas tradicionales polacas y, finalmente, continuamos por la zona cercana al río Dunajec, que es el que separa Polonia y Eslovaquia.
La visita
Compramos los tickets en la taquilla del castillo, que nos costaron 38PLN (unos 9€) para las dos, y entramos a la fortaleza. A rasgos generales, vimos cómo era el castillo por dentro, así como un foso que había en el patio y que, en teoría, guarda un tesoro del cuál os hablaré más adelante. También nos paramos en un mirador que daba a una especie de embalse.
Personalmente, me esperaba algo más del castillo de Niedzica. Pensaba que habría más cosas que ver y que el castillo sería más «espectacular». Es cierto que es muy bonito pero se veía más impresionante desde fuera que desde dentro. Quizá es porque no se podía acceder a muchas de las habitaciones y me quedé con ganas de ver más. Los pocos aposentos que estaban abiertos al público no eran suficientes para tener una idea de cómo era (o había sido) el castillo. Además, la mayoría de los objetos y utensilios de exhibición eran copias y no los originales.
La leyenda
Mi amiga me explicó que el Castillo de Niedzica es famoso porque existen leyendas un tanto fantasmales entorno a él. El personaje de estas historias es Sebastian Brezevichy, uno de los primeros propietarios de la fortaleza. Se dice que viajó a Perú y se casó con una mujer Inca llamada Umina. Cuando estalló la guerra entre España y Perú en 1980, la familia del propietario regresó al castillo de Polonia y, con ellos, el tesoro inca de la familia peruana para que los españoles no se lo robaran.
La leyenda dice que un ladrón que buscaba el tesoro asesinó a Umina. Desde entonces, el fantasma de la mujer aparece cada noche para ahuyentar a cualquiera que se acerque a «robar» su oro. También se dice que el padre de Umina escondió el tesoro y elaboró un críptico con las instrucciones para encontrarlo. Sin embargo, hasta la fecha nadie ha conseguido descifrar el código secreto y la búsqueda del tesoro continúa. Nosotras tampoco tuvimos éxito…
El lenguaje de signos
Después de visitar el Castillo de Niedzica hicimos una pausa para comer. El lugar elegido fue un restaurante polaco donde servían salchichas, patatas y, en general, platos típicos de Polonia adaptados un poco al turismo. La encargada del local no hablaba ni entendía absolutamente nada de inglés así que tuvimos que comunicarnos mediante lenguaje de signos. Esto me recordó a cuando tuve que apañármelas en el hostal donde estoy trabajando con el señor de la lavandería, que tampoco manejaba el inglés. Como siempre digo, para cada problema… ¡hay una solución!
Segunda parada: el rafting tradicional polaco
Pasadas las 13:00h emprendimos el trayecto hacia el lugar donde comenzaba nuestra segunda actividad: el rafting tradicional polaco. Es una de las mayores atracciones turísticas de Polonia y hay varias empresas que ofrecen estos servicios. De hecho, puedes hacerlo tanto en Polonia como en Eslovaquia porque el río se encuentra justo entre ambos países.
En qué consiste
Antes de que mi amiga Karolina me explicara en qué consistía, mi idea era completamente diferente. Me imaginaba que sería el típico rafting que se hace en una balsa que baja a toda velocidad por la corriente del río y la cual has de controlar con los remos. Vamos, nos veía con el neopreno puesto y todo. Hace unos años hice esta actividad en Barcelona y tenía una imagen muy clara de lo que para mi era el rafting. Sin embargo, estaba muy equivocada.
El rafting tradicional polaco es un paseo en una especie de balsa de madera dirigida por uno o dos señores que utilizan largos palos del mismo material para encauzarla. Los pasajeros van sentados en bancos y no tienen que hacerse cargo de remar. Aunque hablar de «rafting» puede sonar peligroso, es una actividad totalmente segura.
Durante el descenso, la barca pasa entre las rocas y altas paredes de hasta 300 metros que se alzan junto al río Dunajec, atravesando el Parque Nacional del Pieniny. En total, el trayecto de este tour tiene una longitud de 8 kilómetros y se tarda entre dos y tres horas en completarlo.
Inmersión total en la cultura polaca
Nosotras habíamos reservado la actividad por Internet. Creo recordar que nos costó unos 15€ por persona (sin incluir el transporte, porque íbamos por nuestra cuenta). Encontrar el punto de partida fue fácil, así que hicimos el check-in de la actividad en la taquilla y nos fuimos en búsqueda de nuestra barca.
Aquí hay un detalle importante y es que habíamos reservado el tour en polaco y no en inglés. Por tanto, toda la actividad fue en este idioma y no me enteré prácticamente de nada, si bien de vez en cuando mi amiga me traducía algún detalle importante. Como curiosidad, yo era la única extranjera de la barca y todos los demás eran familias o parejas polacas. En algún que otro momento me sentí un poco fuera de lugar porque todos hacían bromas entre ellos y yo no me enteraba de nada. Nadie, a excepción de mi amiga, hablaba inglés.
Y esto tiene una explicación. Al parecer, la gente de Polonia no se atreve a hablar en inglés delante de otros polacos por temor o vergüenza a que les juzguen. Vamos, que es un aspecto cultural. Es posible que fuera esto lo que pasara porque me extraña que nadie hablara ni pizca de inglés. Ni siquiera hola o adiós. Nada, en serio.
En cualquier caso, el trayecto fue muy bonito y fuimos descendiendo por el río entre los dos países. A la izquierda teníamos Polonia y, a la derecha, Eslovaquia. ¡Estábamos justo en la frontera! Era gracioso porque había momentos en los que entraba un chorro de agua dentro de la barca y había que vaciar el charco con una especie de recogedor.
De regreso al punto de partida
Terminamos el tour a eso de las 16:00h. Para volver al punto de partida tuvimos que coger un autobús que venía incluido en la actividad. No sé por qué, pero el camino de vuelta se me hizo más largo. No era consciente de que habíamos recorrido tantos kilómetros en la balsa porque el camino parecía más corto de lo que era. Por el contrario, para volver había que bordear todo el área natural en transporte público y esperar algunos minutos más en zonas con tráfico.
Cuando llegamos a la entrada, nos dimos cuenta de que tanto la taquilla como el resto de establecimientos ya estaban cerrados. Como seres humanos que somos, nos entró la necesidad de ir al cuarto de baño. Teníamos dos opciones: o ir al lavabo «en la naturaleza» o buscar una estación de servicio. Y aquí es donde empezaron las locuras y las improvisaciones. Buscamos en Google Maps cuál era la gasolinera más cercana y había una a tan solo 8 minutos en moto… en Eslovaquia. Así que dijimos: ¿por qué no vamos a Eslovaquia?
Tercera parada: Eslovaquia
Y eso hicimos. Nos montamos en la moto y emprendimos rumbo a Eslovaquia. Era muy interesante ver cómo cambiaba el paisaje y el idioma nada más pasar la frontera con la señal de la Unión Europea. El tipo de casas era ligeramente diferente que en Polonia, a pesar de estar prácticamente al lado de este país.
La señora de la estación de servicio hablaba eslovaco pero este idioma es muy parecido al polaco. Ambos se pueden entender entre ellos aunque hablen diferentes lenguas. Se trata de un caso parecido al del castellano con el francés o el italiano. Así que os podéis imaginar la conversación: «Dzień dobry, dziękuję, do widzenia». ¡Misión cumplida!
En la gasolinera pudimos pagar en euros (menos mal, porque me estoy quedando sin zlotis) y con tarjeta de crédito. Estábamos muertas de hambre así que compramos patatas, bollitos, refrescos y dos helados de cortesía. Valoramos si merecía la pena hacer algo de turismo por Eslovaquia porque cerca de la frontera teníamos Ždiar, un pueblecito a los pies de los montes Tatras, y Červený Kláštor, un monasterio medieval de color rojo.
Sin embargo, eran las 18:00h y todavía nos quedaba una hora de regreso a Zakopane. Cuanto más avanzáramos, más camino tendríamos de vuelta y nos arriesgábamos a que se hiciera de noche. Abortamos misión y decidimos volver a Eslovaquia en otra ocasión para dedicarle el tiempo que se merece. Por suerte no nos llovió en el camino de vuelta, aunque estaba muy nublado y no me hubiera extrañado que hubiera empezado a diluviar en cualquier momento.
Una cena un tanto peculiar
Cuando por fin llegamos a nuestro hogar, nuestro querido Good Bye Lenin Hostel, preparamos la cena. Y ¡vaya cena! El menú fue pan tostado con bacon, «oscypek» (el queso ahumado típico de Zakopane) y mermelada. Nos hubiera gustado hacer la barbacoa pero estábamos muy cansadas y al final terminamos cocinando todo directamente en la sartén.
En resumen, ha sido un día muy provechoso y hemos tenido la oportunidad de ver cosas diferentes. Si alguna vez has visitado el Castillo de Niedzica o has hecho rafting tradicional polaco, ¡me encantaría conocer tu opinión!